Cementerio de Granada gana el premio a la mejor historia
EMUCESA – Cementerio Municipal de San José Granada – se presentó en el pasado mes de abril al IX Concurso de Cementerios de España, resultando ganadora en la categoría “Mejor Historia”.
De las 64 candidaturas recibidas, la organización de los premios seleccionó a 15 cementerios, entre los que se encontraba el Cementerio Municipal de San José.
Tras una votación popular, se seleccionó el texto presentado por EMUCESA, denominado «La Peregrina del Cementerio de Granada», como el ganador a la Mejor Historia.
Según palabras de los organizadores, el texto es premiado por su profunda autenticidad y el rigor con el que se narra el sacrificio de una madre que, a pesar de su edad y las dificultades del terreno, realizó un peregrinaje diario hasta el cementerio para honrar a su hijo, víctima de una de las tragedias aéreas más grandes de España.
Esta es la historia ganadora:
La peregrina del Cementerio de Granada
Andresa Andaluz encaraba todos los días los 180 metros de ascenso que hay desde el barrio Zaidín al Cementerio de San José de Granada (unos 4 kilómetros aproximadamente), enlutada, pequeña y delgada, con un ramo de flores en la mano, sin que la distancia, la dureza de la cuesta, el clima o su edad se lo impidiese.
Vecinos y trabajadores de los hoteles próximos a la Alhambra saludaban a la “abuelica”, en su diario peregrinaje.
Esta mujer era la madre del ingeniero aeronáutico Julián Bielsa, uno de los pasajeros del avión CD6-B, que se estrelló con 80 personas en el Pico Alcazaba, el tercero más elevado de Sierra Nevada, una mole de 3371 metros sobre el nivel del mar.
Fue el accidente aéreo más trágico ocurrido en España hasta ese momento.
El día 2 de octubre de 1964, a las 5:15 de la madrugada, una aeronave francesa procedente de París y cuyo destino era Port Etienne, actual Nooudibui, sobrevolaba Sierra Nevada, pero nunca alcanzó su destino.
Esa madrugada un pastor de Laújar (un pueblo de la Alpujarra almeriense) y algunos aldeanos observaron un resplandor y escucharon el estruendo de una gran explosión.
No informaron, sin embargo, a las autoridades. La Guerra Civil, la Segunda Guerra Mundial, y los estragos de la Dictadura eran mucho más que un recuerdo.
Muchos habitantes de la zona eran refugiados, perseguidos o represaliados que se ocultaban en las pequeñas aldeas de la Comarca de la Alpujarra.
Tras perder el radar la señal de la aeronave, en la cordillera más alta de la Península Ibérica, la primera versión apuntó a la caída al mar.
No obstante, horas más tarde se pudo encontrar la localización del avión siniestrado. Desde la Base Aérea Militar de Granada, se ordenaba preparar una expedición para llegar a la zona del desastre.
Para llegar hasta allí, hubo que conducir por la interminable y sinuosa carretera de montaña que une los pueblos de la Alpujarra granadina.
Los militares y la Guardia Civil se personaron en Trevélez (el más remoto de los pueblos alpujarreños, a más de 1500 msnm, y el más alto de España) ya que requerían de los expertos lugareños para explorar el inhóspito entorno, casi inaccesible, árido, hostil y así poder acceder a la zona del desastre.
Se requisaron todas las caballerías disponibles; mulas, burros, caballos… solicitaron los serones de acarreo, se cargaron de víveres y chocolate para evitar el mal de altura y partieron a la sierra a pie, por un difícil sendero, siempre ascendente, que hoy se cubre en más de tres horas de caminata.
Cerca del barranco del Tajo del Goterón, a los pies de la Alcazaba, los soldados hallaron atascada entre las rocas una de las ruedas del aparato.
Tras otra hora de duro ascenso, localizaron pedazos de fuselaje, restos de ropa, relojes cuyas horas marcaban las cinco y media, equipaje … y un insoportable hedor a carne abrasada.
Al poco empezaron a aparecer los restos humanos, esparcidos en más de 200 metros a la redonda. Aquello era el infierno, como relatan las personas que presenciaron la magnitud de la tragedia.
El avión, fletado por las líneas UTA, había partido de París con ochenta pasajeros. De ellos, siete eran tripulación y más de 20 niños, que volvían a Mauritania tras sus vacaciones de verano en Francia.
No se halló ningún cuerpo completo. Recoger sus restos, una amalgama de vísceras, restos óseos fracturados, carne calcinada, fue una pesadilla.
De los ochenta pasajeros sólo pudieron repatriarse cinco niños, los únicos reconocidos por haber quedado sus medallas grabadas a fuego en su piel.
Los pedazos restantes, irreconocibles, fueron depositados en 27 féretros y trasladados al Cementerio de Granada, a un panteón que la ciudad donó a la embajada francesa para que los fallecidos pudieran recibir digna sepultura.
Las exequias se celebraron con la presencia de los familiares y las autoridades francesas, que se trasladaron desde Francia y que a su vez, rindieron a su vez un homenaje a los habitantes de Trevélez, por su heroicidad en un rescate tan complicado.
Los pasajeros eran mayoritariamente trabajadores de las minas de hierro mauritanas “Miferma”, pero también había ciudadanos que volvían a Mauritania después del verano, para ocupar cargos políticos en la reciente República Mauritana.
De entre todos los pasajeros sólo viajaban dos españoles, un joven ingeniero civil contratado por el gobierno de Mauritania, y Julián Bielsa, un personaje fascinante cuya propia vida llena de aventuras, merece un artículo e incluso una novela.
Julián Bielsa era Director de Aeronáutica Civil, en el recién país independizado de la República Francesa. Un genio en su rama, valeroso y apasionado.
Originario de Teruel, la familia vivió en Barcelona durante los años de la Guerra Civil, trabajando como mecánico de aviones para el gobierno de la República.
Cuando finalizó el conflicto fue sometido a consejo de guerra y finalmente se exilió a Francia. Su vida y la de su madre Andresa son un cúmulo de incógnitas y misterios.
De ella se sabe tan poco como de él, tan sólo que Julián, en algún momento fue rescatado en un naufragio entre Mauritania y Canarias y desde entonces se empleó como ingeniero en las líneas aéreas mauritanas.
Era un hombre bien parecido, de espesa barba que gustaba vestir la “derrá”, el traje tradicional mauritano. Julián había tomado aquel avión, aprovechando que regresaba de Londres, tras presentar su prototipo de aeroplano.
A los nueve meses de la tragedia, el Ayuntamiento de Granada decidió instalar en el Panteón de las víctimas un precioso obelisco, obra del escultor Nicolás Prados López, como símbolo de resurrección y sobre todo, en alusión a la montaña donde estas personas perdieron la vida.
Cabe destacar que, en este Panteón, de notables dimensiones, aparecen los nombres de todos aquellos pasajeros que perdieron la vida aquella madrugada.
También muchas imágenes en blanco y negro de algunos de los fallecidos, como la condesa Margarite Marie Trouve y sus tres hijas, el facistol que alberga la imagen de Julián Bielsa y el epitafio que el Gobierno mauritano pidió que acompañara el lugar de descanso eterno del ingeniero español:
“Por vocación tenía el espacio y el canto de los motores como acompañamiento en su trabajo hasta en su muerte. El ruido de las hélices habrá sido su réquiem y el cielo su mortaja.
Quiera la tierra de España, de donde era originario, serle leve y clemente en su último sueño sin despertar.
El Gobierno de Mauritania pierde a uno de sus más expertos técnicos, y la Aviación a uno de sus propulsores de indestructible fe.”
Cabe destacar que, a pesar del paso del tiempo, esta historia sigue teniendo vigencia. Todavía a más de sesenta años del accidente, algunos excursionistas afirman que entre los barrancos aún es posible hallar objetos y restos de fuselaje.
Por otro lado, el Ayuntamiento de Granada y EMUCESA (la empresa pública que gestiona el propio Cementerio) siguen cuidando este Panteón con delicado esmero.
Recientemente han sido realizadas tareas de limpieza en el “Panteón Francés” o “Panteón del Avión” (como cariñosamente llaman a este espacio las personas conocedoras de esta historia).
Estos trabajos de rehabilitación los ha llevado a cabo el equipo de Carmen Tienza, también restauradora del siempre enigmático, “Patio de los Leones” de la Alhambra.
Aprovechando estas labores de recuperación, se decidió instalar unas planchas de acero corten, a modo atril, para que sean bien legibles los nombres de todos los pasajeros.
El año 2024, las familias se volvieron a reunir en torno a este lugar para celebrar un homenaje a las víctimas, en presencia de la alcaldesa de Granada, el embajador de Francia y las autoridades del Cementerio de San José.
Y si hay alguien que, por derecho, se ha ganado uno de los homenajes más emotivos realizados en el histórico cementerio granadino, esa persona ha sido la madre del ingeniero Bielsa. Andresa Andaluz, tras el accidente, decidió trasladarse a vivir a Granada para que ningún día faltasen flores a su hijo, y al resto de las víctimas.
Así que no sólo se ganó el respeto de todos aquellos que la conocieron, sino que también acabaron apodándola como; “la Peregrina del Cementerio”.
Como muestra del cariño popular que se le profesaba, cuando falleció en 1983 se permitió su inhumación “en tierra”, en el jardín que envuelve el Panteón donde se encuentra su hijo, convirtiéndose en la última persona que ha recibido sepultura de esta manera, en el Cementerio de San José Granada.
Cuenta la leyenda que, en ocasiones al anochecer, se han podido vislumbrar sobre la tumba de Andresa, unos enigmáticos destellos que resplandecen en la oscuridad y que antiguamente se asociaban a la presencia de las ánimas que protegían las moradas de los difuntos…
La ciencia nos da una explicación menos “romántica” de dichos fenómenos, que responden a la denominación de “Fuegos Fatuos”, cuyo origen no es otro que, la reacción química que se produce al contactar directamente el cuerpo del fallecido con la tierra…
Sin lugar a dudas, para los idealistas y sentimentales, tras los fuegos vaporosos del Camposanto de Granada se encuentra, la “Peregrina del Cementerio”, velando por la paz de su hijo y de todos los que junto a él encontraron en Granada el descanso eterno.
Panteón Francés. En la imagen principal tumba de Andresa Andaluz