Cementerio Patrimonial de Vilafranca del Penedès (Barcelona)
El cementerio patrimonial de Vilafranca del Penedès es todo un museo al aire libre de las corrientes románticas del siglo XIX, con diferentes panteones y capillas que suponen toda una lección de las diferentes tendencias artísticas y estilos arquitectónicos de los últimos 200 años.
Un elemento importante que lo define es su comunicación visual entre el interior y el exterior, ya que a diferencia de la mayoría de cementerios, aquí sólo una reja separa el mundo de los vivos del mundo de los muertos, situada encima de un pequeño muro que se construyó utilizando parte de la muralla medieval de la villa que se desmontó durante el siglo XIX. Todo un ejercicio de aprovechamiento de materiales.
En el primer recinto conviven los primeros panteones del siglo XIX y la capilla pública, con otros más actuales. Justo al lado de la entrada nos sorprende la primera incursión del modernismo en el cementerio, con el panteón Vía-Oliveras, una representación de la ascensión de las almas al cielo guiadas por un ángel. Y este no es el único ángel que encontramos, ya que justamente los ángeles son uno de los principales personajes que vamos descubriendo por el cementerio, como si nos fueran guiando por los espacios que lo configuran. Tocando la trompeta del día del Juicio Final, está el ángel que vigila el panteón José Balaguer. El majestuoso ángel que lleva una corona de rosas que simbolizan la fragilidad de la vida, se sienta en su trono sobre una base de tres sarcófagos en el panteón Ramón Marimón.
El cementerio también nos permite descubrir elementos ocultos en medio de su arquitectura, y así encontramos el panteón neogótico de Antoni Jané, con ángeles, gárgolas, capiteles y pináculos que culminan en una gran cruz. Otros elementos característicos de la iconografía del mundo de la muerte se pueden ir viendo en las diferentes lápidas de los nichos y los panteones: relojes de arena alados señalando el paso del tiempo, antorchas boca abajo, cráneos, plañideras, la planta de la adormidera indicando el sueño eterno…
El cementerio también acoge una serie de tumbas con personajes ilustres de la vida cultural local y catalana de los siglos XIX y XX, como Manuel Milá y Fontanals y Eugeni d’Ors. Los espacios dedicados a recordar a las víctimas de la Guerra Civil, tanto de un bando como del otro, y a diferentes momentos de la vida de la ciudad ya desaparecidos, como la tumba que acogía los soldados del cuartel derribado en 1963.
Las visitas al cementerio son algo especial: se puede caminar por las calles tranquilas, mirar las tumbas y mausoleos y admirar su construcción y adornos. Se convierte en un espacio público familiar que permite viajar a lo largo de la historia de la ciudad.
La construcción del cementerio de Vilafranca empezó en 1839 coincidiendo con el inicio de las corrientes románticas de finales del siglo XIX y principios del XX. Se construyó en un solar que ocupaba el antiguo convento de los capuchinos y pasó al municipio cedido por el Estado en 1837 como consecuencia de la desamortización de Mendizábal.
Su planta es rectangular y forma un conjunto de construcciones funerarias, jardines y una capilla pública. Arquitectos renombrados como Santiago Güell, August Font o Antoni Pons diseñaron algunas de las edificaciones más notables, buena muestra de la posición social de las personas o familias que en él están enterradas.
Además del patrimonio arquitectónico, acoge una amplia variedad de plantas y árboles, cada uno con su significado relacionado con el mundo de la muerte. El más representativo son los cipreses, símbolo de hospitalidad. También boj, romero, pino, olivo o laurel. Y como curiosidad la Collet cruciata, planta que según la tradición se utilizó para hacer la corona de espinas que llevaba Jesucristo cuando lo colgaron en la cruz.